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Tuesday, November 03, 2009

Un encuentro en Port Vendres

...algo en todo su porte me hizo recordar de pronto a Ilona. Pero ahí terminaba cualquier parecido. El rostro de Lina, anguloso con la nariz formando leve arco que le daba un aire de halcón, la barbilla saliente repitiendo un poco la línea de la nariz pero en sentido inverso, me recordó algunas caras que suelen encontrarse en el país vasco o en ciertas regiones de los Balkanes. Los ojos ligeramente salientes y de un color verde oscuro que cambiaba al pálido por efecto de la luz, tenían, esos sí, esa fijeza inteligente y escrutadora que suele distinguir a la gente levantina. Había algo de santón o de sacerdotisa de un rito olvidado en esa mirada que me confirmó los atributos de carácter que su carta me había revelado. Sonreía con dificultad y se notaba en ella una tensión, una inquietud seguramente nacida de su presente incertidumbre respecto al futuro. Traté de calcular su edad pero me fue imposible.

Maqroll el Gaviero, en Tríptico de Mar y Tierra / Jamil

Monday, October 19, 2009

El de siempre

El ritmo acompasado de las bielas y el chapoteo de la hélices fueron devolviéndome paulatinamente la relativa serenidad, la saludable indiferencia que da el entregar nuestra suerte a los genios de las profundidades. El hastío melancólico del puerto se disolvió a poco rato. Cuando entramos en alta mar y el barco inició el lento cabeceo contra las olas, sentí que volvía a ser el de siempre: Maqroll el Gaviero, sin patria ni ley, entregado a lo que digan los antiguos dados que ruedan para solaz de los dioses y ludibrio de los hombres.

Maqroll el Gaviero, en Armibar

Minas

Sí señor, toda mina tiene sus difuntos. Así es. Un indio que vivía por aquí y que adivinaba la suerte, decía no hay oro sin difunto, ni mujer sin secreto.

Eulogio, en Armibar

Saturday, June 06, 2009

Galanterías

"Siempre había en las palabras de Warda como una escondida invitación a que él le contestara con una galantería. Al menos así se lo parecía a Iturri, quien estuvo a punto de decirle que, muy al contrario de aburrirle, el proyecto le parecía encantador. Pero no lo hizo. Un instinto perspicaz le apartaba de tales tentaciones. Había en ella un aplomo, un leve acento de autoridad en su manera de hablar con él y también con Abdul y su compañero, que no admitían esos galanteos fáciles con los que gustan jugar muchas mujeres."

El narrador (¿Álvaro?), en La última escala del tramp steamer

Sunday, May 31, 2009

Terrible perspectiva

"Mi admiración y familiaridad con la música de Sibelius y con algunas páginas inolvidables del más olvidado de los premios Nobel: Franz Emil Sillanpaa, eran razones suficientes para alimentar mi curiosidad por conocer Finlandia. Me habían dicho también que, desde el extremo más avanzado de la península de Vironniemi, se alcanzaba a ver, en los días si bruma, la mirífica aparición de San Petersburgo, con las doradas cúpulas de sus iglesias y la imponente maravilla de sus edificios. Estos eran argumentos suficientes para enfrentar la terrible perspectiva de un invierno como jamás antes había yo padecido."

"La transparencia del aire era absoluta. Cada grúa de los muelles, cada junco de la orilla, cada embarcación que cruzaba en un silencio irreal por las aguas inmóviles de la bahía, tenía una presencia tan neta que tuve la impresión de que el mundo acababa de ser inaugurado. Al fondo, con igual precisión, en una cercanía inconcebible, se alzaba la ciudad que construyó Pedro Romanoff para cumplir el delirio de autócrata genial y un sórdido propósito de astuto vástago de Iván el Terrible."

El narrador (¿Álvaro?), en La última escala del tramp steamer

Wednesday, May 06, 2009

Dioses Tutelares

De pronto sentí que lo que necesitaba con urgencia inaplazable era, precisamente, un vodka bien helado. En el primer bar que encontrara convocaría a mis dioses tutelares, a los ciegos consejeros que sólo se presentan cuando alcanzamos ese estado de gracia que el vodka sabe dar con tanta sabia e inexorable fidelidad. Allí estaba la respuesta salvadora, la verdad revelada, la otra orilla donde se pulen los símbolos y suceden lentas celebraciones que disuelven toda perplejidad y ahogan toda duda.

Maqroll el Gaviero, en Ilona llega con la lluvia.