De pronto sentí que lo que necesitaba con urgencia inaplazable era, precisamente, un vodka bien helado. En el primer bar que encontrara convocaría a mis dioses tutelares, a los ciegos consejeros que sólo se presentan cuando alcanzamos ese estado de gracia que el vodka sabe dar con tanta sabia e inexorable fidelidad. Allí estaba la respuesta salvadora, la verdad revelada, la otra orilla donde se pulen los símbolos y suceden lentas celebraciones que disuelven toda perplejidad y ahogan toda duda.
Maqroll el Gaviero, en Ilona llega con la lluvia.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
1 comment:
¡Me gustó! Y pues claro, quedé antojada de vodka.
Post a Comment