El ritmo acompasado de las bielas y el chapoteo de la hélices fueron devolviéndome paulatinamente la relativa serenidad, la saludable indiferencia que da el entregar nuestra suerte a los genios de las profundidades. El hastío melancólico del puerto se disolvió a poco rato. Cuando entramos en alta mar y el barco inició el lento cabeceo contra las olas, sentí que volvía a ser el de siempre: Maqroll el Gaviero, sin patria ni ley, entregado a lo que digan los antiguos dados que ruedan para solaz de los dioses y ludibrio de los hombres.
Maqroll el Gaviero, en Armibar
Monday, October 19, 2009
Minas
Sí señor, toda mina tiene sus difuntos. Así es. Un indio que vivía por aquí y que adivinaba la suerte, decía no hay oro sin difunto, ni mujer sin secreto.
Eulogio, en Armibar
Eulogio, en Armibar
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