No queda más que resignarse, esa es la ley de la vida.
Entre la estación Retiro del subterráneo de Buenos Aires y la terminal de buses hacia La Plata hay una cuadra y media. En la esquina, esperando el cambio del semáforo, dos "gamines" me tomaron de los hombros y mientras uno de daba puños en el estomago y el pecho, el otro me arrancó el maletín amarillo.
Primero anoto que aún tengo mi dinero, mi pasaporte, mi cédula y mi certificado del DAS, así que me puedo devolver.
A continuación un recuento de los contenidos del maletín, por bolsillos:
1. Libro de bolsillo, Basura (de Lucas)
2. 3 lapiceros baratos y un portaminas
2.a. Memoria USB de 4Gb (Regalo de mi hermano)
2.b. 2 mapas de Buenos Aires
3.a.
3.b. Copia de mi reserva de vuelo de Taca
3.c.
4. Convertidor AC/DC 12V, marca Toshiba. Guantes de otoño (de Martha C.). Bufanda (regalo de Nana)
4.a. Computador Toshiba A105
4.b.
5. Celular Motorola ROKR A2
Cargadera derecha. Chaqueta de otoño, marca Chevignon.
Y eso, queridos lectores, es mi historia en Argentina.
P.D. En el portatil se perdió una foto de Palermo de una peluquería llamada "Maldito Frizz".
P.D.2. La frase "La resignación es un suicidio cotidiano" no es mía, es de Esteban López.